La Lección de la Bugambilia

En días pasados he estado pensando mucho sobre algunos planes y decisiones que debemos tomar como familia, algunos de ellos implican tal vez alejarse un poco más de nuestros familiares y realizar muchos cambios que, como es normal, dan un poco de temor.

Ayer por la tarde vino mi vecina a pedirme una
 poda de mi bugambilia, resulta que los alumnos de 2o de Primaria tienen como proyecto plantar algunas bugambilias en el patio de la escuela y les encargaron que pidieran plantas o podas. Es un muy buen proyecto pues donde vivimos es tan desértico y carecemos de agua suficiente que la Escuela Primaria no tiene jardín, pero las bugambilias son las plantas perfectas para éste clima pues no necesitan tantos cuidados y cuando ya tienen suficiente raíz no necesitan mucha agua para mantenerse, además sus flores son tan bonitas y de colores tan vivos que realmente embellecen cualquier lugar donde se encuentren.
Nuestra bugambilia se heló el invierno pasado y quedó completamente seca, así que mi esposo la podó casi
completamente, aunque en realidad su intención era cortarla toda, tal vez por su apariencia, pero no se lo permití. Pronto comenzaron a salirle nuevos brotes y casi sin darnos cuenta nuestra bugambilia ya estaba nuevamente con flores, ¡ahora más bonita que antes!

Así fue que mi vecina viéndola tan bonita vino por la poda. Fue entonces cuando supe que mi bugambilia, una simple planta, me estaba dando la lección que necesitaba en éste momento de mi vida.

Imaginé entonces un pequeña historia:

Una vez había una bugambilia en un jardín, era una planta muy valiente, había pasado por pruebas difíciles en su vida, pero éstas la habían hecho más fuerte y frondosa. Un día se oyó por el jardín que necesitaban una bugambilia para adornar el jardín de una escuela.

Una de las ramas dijo: ¡no! ¡ni lo piensen! yo no voy, aquí estoy muy bien, no me hace falta nada, el cuidado y la proteción que me da depender de la raíz madre no la cambio por irme a un lugar extraño. Tendría que vérmelas por mí misma, y....si no me riegan, si me seco, si no me cuidan....aquí no tengo que preocuparme por nada, la raíz me da el agua y el alimento que necesito y la compañía de las otras ramas me ayuda a verme más hermosa. No, definitivamente, yo no voy.

Otra rama dijo: tienes razón, tardé mucho tiempo para conseguir la posición que ahora tengo y verme como me veo, tendría que esperar años para crecer de nuevo, pero si me cortan las flores los niños de la escuela o con un balón me dañan una rama, nunca volvería a ser lo que soy ahora. No, yo tampoco voy.

Pero una rama que estaba oyendo todos los comentarios que había entre las demás ramas de la bugambilia, pensándolo un poco dijo: bueno, si bien es cierto que aquí estoy cómoda y segura y que la vida me ha dado muchos privilegios en éste lugar, creo que no me sentiría satisfecha con solo esto toda mi vida, creo que ésta es una gran oportunidad, podré conocer un nuevo lugar, a otras plantas y otras personas, pero sobre todo podré adornar un lugar hasta ahora sin flores. Estoy segura que el jardinero que me plantará allá me cuidará como me ha cuidado aquí, no creo que si él mismo me lleva lo haga para dejarme morir ahí lejos de mi familia. Sí, se que voy a sufrir al principio, sola, indefensa y solamente confiando en los cuidados del jardinero. Tal vez tarde algunos años para crecer y que mis ramas y flores se vean como ahora, pero valdrá la pena porque entonces mi presencia hará ese jardín especial.

Las demás ramas la vieron incrédulas hasta que llegó el jardinero y la cortó. Fue doloroso y nada fácil haber tomado esa decisión pero de algo estaba segura: si no lo hacía ahora se lo lamentaría toda su vida, era el momento indicado, era joven y con mucho que dar.

El jardinero ya tenía un lugar preparado para ella, un lugar muy especial, con la tierra preparada y regada. Estaba junto a la puerta de entrada, ahí todos los que llegaran a la escuela la verían. Todavía era una pequeña rama, le faltaba mucho por crecer, ahora tendría que confiar sólo en los cuidados del jardinero porque ya no estaba la raíz madre que por tanto tiempo le dio seguridad ni las demás ramas que la ayudaban a verse más grande y frondosa. Fueron tiempos difíciles, incluso en una ocasión el jardinero tuvo que amarrarla a un pedazo de madera para que creciera derecha, eso le molestó mucho por un tiempo hasta que comprendió la razón. Otra vez unos niños la pisaron mientras jugaban futbol y en una ocasión casi murió de sed un día de intenso calor. Pero sin darse cuenta su raíz iba afianzándose y su tronco se iba haciendo más grueso y fuerte. Hasta que un día alguien que llegó a la escuela se acercó al jardinero y le dijo: qué hermosa bugambilia y que bien cuidada se ve, definitivamente ha embellecido éste lugar.

En ese momento la bugambilia pudo ver que sus ramas iban creciendo y ahora ella era la fortaleza y seguridad para ésas ramas que de ella dependían. Entonces comprendió que todo ese esfuerzo había valido la pena y que la oportunidad que ese día decidió aceptar la hizo ser no sólo una rama más sino una planta madura e independiente que embellecía su propio jardín.

 ¡Qué difícil es tomar ciertas decisiones! Pero quiero primeramente estar segura de cuál es la voluntad de Dios para nosotros porque si Él es quien nos está guiando no tenemos nada qué temer.

Tal vez necesitemos salir de nuestra zona de confort, tal vez necesitemos sentir que dependemos única y exclusivamente en Dios, tal vez necesitemos fortalecer nuestra Fe.

¡Qué gran lección me dió la bugambilia!

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Muy buena tu historia. Definitivamente debemos dejarnos en manos de Dios y hacer caso de sus mandatos... Quizás Dios nos pone en ciertas situaciones alejados de nuestra familia espiritual, en lugares inhóspitos pero sólo para que cuando florescamos,demos más fruto. Muchas gracias por compartir!
Unknown ha dicho que…
Hermosa reflexión
Unknown ha dicho que…
Hermosa reflexión :))
Unknown ha dicho que…
Una excelente historia con un muy buen mensaje, también una predicación muy edificante, bendiciones

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