El ciclo de la vida

Varias veces he leído el libro de Eclesiastés en la Biblia, pero nunca había comprendido plenamente su contenido hasta hace poco cuando, tal vez porque ya llegué a los 40s, comencé a ver la vida de manera muy diferente.

En estos últimos meses he observado y reflexionado sobre lo que está pasando en mi entorno, en especial en la pequeña ciudad donde vivo, la manera en que la vida del ser humano transcurre vez tras vez, generación tras generación y cómo todo se reduce a un ciclo, el cliclo de la vida.

Veo con nostalgia como algunas casas, grandes y bonitas en su tiempo, ahora son demolidas para construir en su lugar nuevos negocios. Recuerdo cuando pasaba por las calles y admiraba esas construcciones y sus jardines mientras veía a sus dueños en el patio, sentados en sus mecedoras platicando en una tarde de verano. Era bonito pasar en Navidad y ver las casas adornadas con luces brillantes de diferentes colores y escuchar las risas de la familia reunida para celebrar. Parecía que así era y seguiría siendo, toda la vida. Y muchas veces así fue, mientras hubo vida.

La vida, es un ciclo, siempre lo ha sido, pero muchas veces no reparamos en reflexionar sobre esto.

La vida transcurre tan rápido que pasa sin que la percibamos, hasta que en algún momento, nos detenemos para contemplarla. Parece paradójico, pero así es.

La otra vez comentado con mi esposo al respecto mientras pasábamos por una de estas casas, imaginaba a ese matrimonio joven que con mucho trabajo y esfuerzo compraron el terreno para construir la casa de sus sueños, imaginaba al esposo afanado por trabajar para darle a su familia lo mejor y dejar a sus hijos un patrimonio. Tal vez ese padre tuvo que salir a trabajar desde muy temprano y regresar hasta muy tarde perdiéndose los mejores años de sus hijos, pero con la satisfacción de darles las comodidades que deseaba para ellos. Los años iban pasando, los hijos creciendo, los padres envejeciendo. De pronto esa casa se vio demasiado grande para una pareja de ancianos que se alegraban con la visita ocasional de la familia porque era lo que daba sentido a la vida. Un día la casa quedó vacía, sola, solo la llenaban los recuerdos de lo que un día fue. Los hijos viven lejos, han seguido sus propios caminos, han iniciado un nuevo ciclo, y ahora esa casa no tiene significado, es una casa vieja, abandonada, por lo que han decidido venderla para un proyecto urbano. La casa fue demolida, ya no existe, el ciclo se cerró.

Así es la vida, hoy es, mañana ya no. Las cosas cambian y al final de la vida nos damos cuenta que todo aquello por lo que nos afanamos no era lo más importante.

Ahora comprendo, o estoy comenzando a comprender, lo que Salomón estaba tratando de advertirnos en el libro de Eclesiastés. La vida es un ciclo y nosotros solo formamos parte de un pequeño, casi insignificante espacio en la línea del tiempo. ¿Por qué entonces nos afanamos tanto? ¿Por qué creemos que sin nosotros el mundo no gira?

Si tienes un poco de tiempo, te invito a leer el libro de Eclesiastés, en él encontrarás la mejor reflexión sobre la vida.

Por ahora te dejo solo algunos textos aunque en realidad me gustaría escribirlos todos.

¿Qué provecho saca el hombre
de tanto afanarse en esta vida?

Generación va, generación viene,
mas la tierra siempre es la misma. 

Lo que ya ha acontecido
volverá a acontecer;
lo que ya se ha hecho se volverá a hacer
¡y no hay nada nuevo bajo el sol!

Nadie se acuerda de los hombres primeros,
como nadie se acordará de los últimos.
¡No habrá memoria de ellos
entre los que habrán de sucedernos! (NVI Eclesiastés 1:3,4,9,11)

Aborrecí también el haberme afanado tanto en esta vida, 
pues el fruto de tanto afán tendría que dejárselo a mi sucesor, 

y ¿quién sabe si éste sería sabio o necio? Sin embargo, 
se adueñaría de lo que con tantos afanes y sabiduría logré hacer en esta vida. 
¡Y también esto es absurdo! 

Volví a sentirme descorazonado de haberme afanado tanto en esta vida, 

pues hay quienes ponen a trabajar su sabiduría y sus conocimientos y experiencia, 
para luego entregarle todos sus bienes a quien jamás movió un dedo. 
¡Y también esto es absurdo, y un mal enorme! 

Pues, ¿qué gana el hombre con todos sus esfuerzos 
y con tanto preocuparse y afanarse bajo el sol? (NVI Eclesiastés 2:18-22)

Nada hay mejor para el hombre que comer y beber, 
y llegar a disfrutar de sus afanes. 
He visto que también esto proviene de Dios, 

porque ¿quién puede comer y alegrarse, si no es por Dios? (NVI Eclesiastés 2:24,25)

Pidamos sabiduría a Dios para vivir y disfrutar nuestro ciclo de vida plenamente, porque al final de todo lo más importante es: "Teme, pues, a Dios y cumple sus mandamientos, porque esto es todo para el hombre. Pues Dios juzgará toda obra, buena o mala, aun la realizada en secreto". Eclesiastés 12:13,14.




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